martes, 20 de agosto de 2013

ATEOS, PODÉIS IR EN PAZ.

La idea es graciosa. No es casualidad que se le haya ocurrido a un comediante. Sanderson Jones: británico, ateo, pastor de una iglesia. Y un valiente, si consideramos que Iglesia y Ateísmo son casi excluyentes en la elaboración de un perfil de vida. O eres ateo, o eres pastor. O eres ateo, o vas a misa los domingos. No ambas. Nunca.

Por eso es fácil pensar en la noticia de que una iglesia para ateos prospera en Inglaterra como en una aberrante contradicción que pasó a unir a descreídos y creyentes en un mismo fervor ciego. En medio de una profusión de "ateísmo militante", doctrinario, iracundo e insensato, era de esperarse. Esa imagen era previsible. Una legión de ateos santiguándose y cantando, por desventura, los dogmas religiosos, en negativo.

Una media al revés no deja de ser una media, pensó mucha gente. O lo mismo pero con ropa interior usada. Igual de sucia si le das la vuelta. Tal vez hasta Sanderson lo haya creído, antes de sentir la chispa luminosa de esta idea. De una conversación con alguien, convino en que la religión era tentadora porque solucionaba necesidades muy humanas. Inclusión. Pertenencia. Identidad. Solidaridad.

Escucho a mi papá y a otros más cantar una canción, en una iglesia. Se siente bien saber que la voz de uno se reúne con la de otros. Se proyecta en una comunión de espíritus. Está la calidez humana, sin la tensión de los estadios. La colecta de dinero por un bien mayor. Cosas, todas, que se hacen y se sienten en las congregaciones ateas.

Planteado en abstracto (iglesia, ateos) era un plan inviable. Me habría opuesto, personalmente. Pero no se habla de Dios en las iglesias para ateos. Se canta, se ríe, pero no se dogmatiza. De iglesia, tiene poco más que el nombre. Por eso lo celebro. El dinero colectado al final del evento, del que hay dos al día cada domingo, se emplea con fines humanitarios. En tiempos del ateísmo militante, un clérigo visita esa parroquia y felicita. Dice estar feliz por ellos.

Sí, feliz por los ateos. Con todo, según se ve, los asistentes y el mismo Sanderson al fin lo han aceptado. La religión satisface necesidades humanas, de entre las cuales algunas son nobles, y deberían ser preservadas. Mi único reproche es que, por su nombre, no estén llamados a participar también los creyentes. Eso sería confirmar lo dicho: la humanidad no necesita excusas tan baratas para reunirse, en paz, dichosa, y en favor de algo más que su egoísmo.

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