domingo, 19 de enero de 2014

PARA COLOMBIANOS

La invitación estuvo aceptada desde antes de ver el sobre en la entrada, junto a la puerta. Una semana más tarde, ya en la finca, Antonio y Laura se preparaban para ayudar en los arreglos previos a la boda. Jorge les pidió amablemente que no se ensuciaran con los jardines. Todo estaba cubierto y pronto habría cinco chicos campesinos ocupados en eso.

Sólo había que decorar, asunto que entretendría a Laura y a Juliana, las esposas de Antonio y de Jorge, hasta el día fijado. Lo visible desde el balcón donde los dos hombres charlaban tenía, hasta el horizonte, un verde manchado aquí y allá por barro rojo. Se llevaron bien entre sí. Antonio no pudo ver en Jorge la soberbia crispada de los ganaderos novatos. Reían viendo a los perros de la finca correr tras un enorme gallo, abajo, cerca al establo.

Unas seis y cuarenta en el llano se contemplan entre historias personales del modo en que se hace con las fogatas. El amarillo da paso a un rojo que la brisa rápida y tenaz atiza. Hasta que es tiempo de la noche, que como el carbón arderá al otro día, en la mañana. Esa noche, pues, alcanzó para que los perros, dos labradores, olfatearan a los invitados y les tendieran el lomo para sellar el ritual de reconocimiento. Y para poco más: comer e ir a dormir temprano; querían madrugar al día siguiente.

A eso de las diez de la mañana se oyó llegar un grupo de caballos: eran unos muchachos campesinos que iban a ordenar las flores y hacer algo con el pasto, duro y pardo, que se extendía frente al comedor abierto, a un costado de la casa. Antonio pudo comprobar a plena luz que en los doce cuartos sobraría espacio para los demás, como le dijo sin darse aires Jorge. Los novios se instalarían arriba, por supuesto.

Juliana y Laura comían fruta, atendidas por la mujer y la hija mayor del mayordomo, viendo a sus maridos desaparecer encogidos por la distancia, sobre sus caballos. Incluso en la marcha apresurada a que las obligaba el largo trabajo por hacer, las dos mujeres se habían entendido en una noción muy pareja de la estética de interiores, compartiendo a ratos una risa honesta y cada vez menos precavida. A las tres y media más calientes en años para Laura, Juliana escuchaba divertida sobre las ampollas que había que aliviarle con ungüento a Antonio siempre que se las daba de jinete.

A medianoche, yo, fatigado por la proeza que es a veces amistar a dos mujeres como esas, y excedido por la nada despreciable multitud que hoy insinuó mi pluma, estoy demasiado adormilado para decidir sobre lo que quiero: pasar la hoz de esta pluma por el cuello de esta gente simpática, sin ponerme drástico y alzar con ellos al cielo, como es epidemia en las narraciones en que, después de mucho escribir, el autor advierte que sobra un personaje.


Sí me parece claro y elementalmente justo permitirles a los campesinos huir, inyectándoles presentimientos, antes de la gran masacre. Les concedería aun morir de viejos. Y lúcidos, para más suerte. Los demás, lector, ahí le quedan; imagine la muerte posible que sea de su agrado. Apuesto que optará por una revancha justificada, porque apuesto que usted es colombiano. Y, por ende, ve chiquitos a esa parranda de hijueputas que… usted elige. Pero eso sí le digo: esta hacienda sí necesito que me la desocupen; me llegó una información de que por acá pasaron los narcoterroristas, y esta gente les estuvo ayudando.

sábado, 7 de septiembre de 2013

POR FAVOR, DI QUE SÍ.

Mi padre fue, en muchos sentidos, un hijo de puta. Pero sería injusto no reconocer que todavía me sorprendo de encontrar verdad en sus palabras. Y qué verdad. Ni él, que Dios lo lleve a su gloria, sabe a qué grado y para cuantos efectos tiene y tuvo la razón.

Recuerdo que azorado y pequeño, yo decía entre jadeos: “Pero si están acabando con el Amazonas; cómo me voy a sentar a estudiar geometría cuando por allá talan medio monte.”
“Haz lo que se te dé la gana, después de terminar las tareas”,  repetía mi papá, muy enfático y algo acalorado.

En ciencias políticas son fundamentales dos nociones, también transversales en el universo de la filosofía: la libertad y la tiranía; el poder de decidir y el poder de imponer. Para fines teóricos, se trata de una lógica aristotélica—qué susto, esto se puso profundo—aplicada a la política. El sí versus el no: algo es o no es; nada puede ser y no ser al mismo tiempo.

Desde que al burgués le supo a cacho que el Estado pudiera elegir de forma caprichosa qué era y qué no era, un desfile de tipos ociosos y afeminados, como Voltaire, comenzó casi en paralelo a idear el Liberalismo ilustrado: una exaltación de la facultad del hombre de poder hacerse cargo de su actuar, limitando la posibilidad del Estado de restringirlo en sus asuntos.

Fue entonces una defensa, desde la perspectiva del ciudadano, de poder decir sí a lo que a bien tuviera; dentro de su conciencia y limitado por los sí de otros. Hoy, los Estados que más dicen “no” son considerados autoritarios. Cuanto más se empeñe el Estado en decir no—esto es, mientras más criminalice—a conductas desde un criterio de moralidad y no de libertad general, su talante será más opresivo.

Y en ese sentido, la generación que hoy es juventud vuelve sobre el concepto problemático de “Revolución”. Se indignó, avergonzada y furiosa, al notar que de hecho había votado por un mundo autoritario de otra clase, y la especulación financiera, los bancos endiablados y las corporaciones gigantescas le habían convertido sus sí en unos sí muy precarios.

“¡Revolución! No a los bancos, a las gaseosas, a los pocos sobre los muchos”, en suma: no, no y no. Con sus nuevos juguetes—las redes sociales, la Internet—, advirtió otra vez la juventud que podía masificarse y guillotinar a sus Luises. Y entonces, cuando todo sonaba tan bien, las últimas noticias lo estropearon; los cambios estructurales precisados no se dieron y, con la misma faraónica majestad, en Egipto, el obeso gobierno neoliberal se acomodó en el trono, bajo otro nombre.

Con el idilio a unos tuits de distancia, ¿qué pasó, mi gente tan genial, tan joven, tan brillante? Que para hacer de este el mejor mundo, o algo más parecido al mundo de pensamiento crítico, condones gratuitos, sonrisas sinceras, fiestas al tiempo frenéticas y respetuosas, libre para nuestros artistas y creadores interiores, la negación no basta: es un paso demasiado fácil.

Decir sí a un mundo es más arduo, porque decir sí es negar muchas veces. Escoger implica negar una casi infinita lista de mundos potenciales, requiere una seguridad sobre lo que necesitamos basada en una aún más grande certeza sobre lo que no sirve. Hizo falta mucha educación, planificación técnica, autoconocimiento y deliberación entre los egipcios para que su primavera no decayera en invierno.

Y toda esta generación podría acabar igual, placiéndose en su poder de sustraer, inepta para proponer y mantener. Y aunque, por ejemplo, Brasil palpita de vigor y al tiempo propone, abriéndose camino, infaltable, la esperanza, queda por ver si logra aplicar lo prometido; también será probada en su voluntad y su conocimiento de la historia y de la planificación constructiva.

Ahora entiendo: “Pero papá, ¡hay que hacer una revolución a lo grande, están extinguiendo al tigre de bengala!”, decía yo, con la convicción necesaria para tomar, ahí mismo, una lancha destinada a sabotear buques balleneros.

Decía el viejo, de ira fácil y modesta cultura general: “Sí, haga lo que quiera, ¡pero primero tiene que estudiar!”.






martes, 20 de agosto de 2013

ATEOS, PODÉIS IR EN PAZ.

La idea es graciosa. No es casualidad que se le haya ocurrido a un comediante. Sanderson Jones: británico, ateo, pastor de una iglesia. Y un valiente, si consideramos que Iglesia y Ateísmo son casi excluyentes en la elaboración de un perfil de vida. O eres ateo, o eres pastor. O eres ateo, o vas a misa los domingos. No ambas. Nunca.

Por eso es fácil pensar en la noticia de que una iglesia para ateos prospera en Inglaterra como en una aberrante contradicción que pasó a unir a descreídos y creyentes en un mismo fervor ciego. En medio de una profusión de "ateísmo militante", doctrinario, iracundo e insensato, era de esperarse. Esa imagen era previsible. Una legión de ateos santiguándose y cantando, por desventura, los dogmas religiosos, en negativo.

Una media al revés no deja de ser una media, pensó mucha gente. O lo mismo pero con ropa interior usada. Igual de sucia si le das la vuelta. Tal vez hasta Sanderson lo haya creído, antes de sentir la chispa luminosa de esta idea. De una conversación con alguien, convino en que la religión era tentadora porque solucionaba necesidades muy humanas. Inclusión. Pertenencia. Identidad. Solidaridad.

Escucho a mi papá y a otros más cantar una canción, en una iglesia. Se siente bien saber que la voz de uno se reúne con la de otros. Se proyecta en una comunión de espíritus. Está la calidez humana, sin la tensión de los estadios. La colecta de dinero por un bien mayor. Cosas, todas, que se hacen y se sienten en las congregaciones ateas.

Planteado en abstracto (iglesia, ateos) era un plan inviable. Me habría opuesto, personalmente. Pero no se habla de Dios en las iglesias para ateos. Se canta, se ríe, pero no se dogmatiza. De iglesia, tiene poco más que el nombre. Por eso lo celebro. El dinero colectado al final del evento, del que hay dos al día cada domingo, se emplea con fines humanitarios. En tiempos del ateísmo militante, un clérigo visita esa parroquia y felicita. Dice estar feliz por ellos.

Sí, feliz por los ateos. Con todo, según se ve, los asistentes y el mismo Sanderson al fin lo han aceptado. La religión satisface necesidades humanas, de entre las cuales algunas son nobles, y deberían ser preservadas. Mi único reproche es que, por su nombre, no estén llamados a participar también los creyentes. Eso sería confirmar lo dicho: la humanidad no necesita excusas tan baratas para reunirse, en paz, dichosa, y en favor de algo más que su egoísmo.

martes, 6 de agosto de 2013

PARADOJAS

La conciencia: esa... capacidad de un sistema--orgánico, hasta donde sabemos-- de asimilar la existencia de su entorno, y de deducir su propia posición en él, su relación con él. Esa... posibilidad, digo, es una propiedad emergente.

Las propiedades emergentes son aquellas irreductibles a sus partes individuales: surgen--emergen-- de la relación compleja entre ellas. Y la conciencia es una, producto del sistema nervioso: lo digo, y lo dice Rodolfo Llinás en entrevista a Arcadia. Usted y yo somos, en suma, usted y yo, gracias a esto: nos reconocemos, nos intuimos en los extremos opuestos de un formato: éste, este blog, este escrito, esto que digo.

Paradoja: para muchos el progreso espiritual se mide en términos de Conciencia--a más, mejor--, pero, curiosamente, al momento de que una multitud de conciencias se reúna en un estado particular de ánimo, surge--emerge-- la Estupidez Mórbida.

Dentro de un estadio, en medio de la final, digamos, de una miserable copa nacional, ocurre la transustanciación: uno sólo de tantos, visto por aparte, es comprensible, entra en razón y vive con mínima cautela; todos juntos se entregan a la proyección de un Leviatán monstruoso. Son masa, son uno, son estúpidos sin límite.

La Estupidez Avanzada es una propiedad que emerge de una relación específica entre conciencias. Y así. Como una neurona de Charles Manson, o de Ariel Castro, el violador que ungió de espanto a Cleveland, es inocente, no nos merece odio, o indignación, o ira, o miedo. Reunidas en un sistema funcional, son estremecedoras.

Las Conciencias Artificiales: nunca serán como la humana, según Llinás, pero para una parte extensa del mundo científico es un hecho que el futuro nos depara máquinas capaces y adecuadas para el amor, y todo el amplio repertorio de emociones humanas. También superiores en intelecto, claro. Y a nuestro servicio, o eso esperamos.

Desde luego, lector: la tecnología se deriva de las necesidades. Nos figuramos un robot haciendo las veces de niñera, de cajero, de enfermero. Uno de ellos significa uno menos de nosotros consumido por el trabajo. Pero no bien damos con la imagen, sabemos casi cierto que esas máquinas competirán con nosotros en todo, así como en todo deberían entender nuestros deseos y compartir nuestras emociones.

Concebimos la sociedad del futuro como un lugar de ocio: las labores más complejas, y las más sucias e indeseables, estarán en manos de computadoras o máquinas funcionales. Para reemplazarnos. Para liberarnos. Y así. Estaríamos livianos de esfuerzos y riesgos, listos y prestos a ser los filósofos y artistas, astronautas y científicos que siempre soñamos ser. ¡Hurra!

Paradoja: el sentido de este texto es una propiedad emergente; procede de todas sus palabras dispuestas en orden. Pero ni las manos que lo escriben, ni la atención de su servidor--el autor--, estarían en el futuro mejor encaminadas. Por cada persona que abandone un oficio, dos más y más calificadas deberán velar porque los artefactos de ensueño no se pasen de listos. Y algo me dice que, reunidos, esos artefactos no serán para nada una masa estúpida o turbulenta.

lunes, 29 de julio de 2013

Capitulo no leído de Rayue...

Hay libros especiales y, entre ellos, unos incuestionablemente singulares. De estos últimos, unos lo son porque se aferran de forma inusitada a las margenes de la memoria, para volver sin invitación, tras su lectura, con una insistencia que nos tienta a ir al psiquiatra, o a cambiar el que tenemos; otros, de cuya clase sólo se me ocurre uno (pero no es cosa de engañarse, habrá miles quizá, innumeros), que propone al lector, como a su turno lo hizo con el autor, un cítrico reto a la paciencia, el cual sólo podrá ser salvado por una curiosidad implacable.


Una lista cabal de sus características generales sería excesiva; en cambio, en aras de brevedad, podrá señalarse que el libro en cuestión se deja leer de dos formas: una convencional, con término en un insatisfactorio capitulo intermedio, y una endiablada y censurable, que irá saltando como al gusto de una cocinera primeriza que prepara angustiosamente el plato exótico ordenado por un comensal forastero.



De forma análoga al vaivén disgustado del bigote de aquel comensal, las instrucciones que puntúan cada capitulo llevan al lector hasta más allá de la mitad del libro y, como ese picor sobre los labios, van brincando sin un orden previsible hasta acabar, con gran alivio, todo el texto (una novela, se autodeclara... novela...).



Al momento de su publicación, ya un crítico danés había sugerido que todo tendía a indicar que aún siguiendo el tablero de direcciones impuesto con soberbia por el autor, había uno o dos capítulos olvidados, a los que no tocaba el tan preciado tablero y que tampoco llevaban a ninguna parte. Pero la historia no trató jamás con gentileza a la crítica danesa (rima y es certeza), y ese hombre corrió la misma aciaga suerte de Otto Sørensen, Johan Nicolai Jespersen, Mario Distimovich, o el peor librado, Søren Ross.



Pasaron unos cincuenta años desde la funesta publicación del librejo de marras y sólo hasta ahora, cuando, al parecer, un Norteamericano de apellido Summers lo leyó con franca disciplina (o sea, como nadie más), se ha comenzado a discutir seriamente la posibilidad de que, en las prisas por acabar y cobrar un anticipo (que igual era un sueldo de hambre), el escritor hubiese, realmente, mandado a publicar dicho manuscrito sin la muy necesaria y previa cautela de verificar una correcta sucesión y enumeración de los componentes del mismo.



Sorprendentemente, determinarlo ha sido una labor ardua y de poca convocatoria pues, incluso tras una oleada de homenajes a dicha obra, muy pocos la habían leído y, entre ellos, sólo unos cuantos decían poder evocar confiadamente su contenido (ninguno de esos últimos superó la prueba de escupir y no reír). De modo que...



¿Vos te lo crees, che?-dijo Oliveira, cortando abruptamente la lectura-Lo de los críticos daneses, me refiero. Yo lo vi al Ross muy a su aire aquella tarde roja... Y si ese no era Ross quién carajos era, decíme un poco...



Yo creo que macanean-ofreció Traveler- el Otto sonreía de lo lindo, según su obituario...





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domingo, 28 de julio de 2013

Breve introducción.

Este blog representa la virtud del ejercicio, informado y pleno, de nuestros derechos constitucionales a deliberar sobre muchos temas. Quiere ser un despliegue de raciocinio en una era de confusiones. Buscará ser crítico donde otros vacilaron, o lo harán, ruborizados. Será un nicho de esperanza para la irredenta consciencia política de un país donde... La democracia hecha blog y... El espíritu renovado de una misión incumplida, si es que...

Bah. Otro más... donde ya sobran.

Publicaciones periódicas.